Tu forma de decir las cosas

Tu forma de decir las cosas

Tu voz es mágica

Tenía solo 19 años cuando Fede se empeñaba en “pedirme que saliera con él” ¿Os acordáis? Es una petición que ya casi está en desuso. Y a pesar de que era un chico -a mi modo de ver- interesante por su cultura, su afición a la música y a su grupo grunge, había algo de él que… no me acababa de entusiasmar.

Pero “este Fede” tenía un as en la manga, y lo sabía. Cuando me llamaba por teléfono (en aquellas fechas, al fijo), y conseguía hablar con él a escondidas de mis padres, no sé cómo lo hacía, pero me era imposible interrumpir la conversación y mucho menos cerrarla con un “no”. Era realmente hipnotizador. Incluso conseguía que colgara el aparato y que en mi mente continuara su imagen como metida en una nube.

¡Y era su voz! Sin duda era su voz la que tenía ese poder magnético.

 

¿Sabías que tu voz es única? Nadie, absolutamente nadie en el planeta tiene tu entonación, tu timbre, tus cadencias en las palabras, tu articulación o dicción, tu ritmo de habla, tu manera de pronunciar las consonantes, las vocales… Equivale, ni más ni menos, a tu huella dactilar. Por ello, y eso te habrá pasado muchas veces, somos capaces de saber que hay alguien conocido a nuestro alrededor sin haberle visto, o incluso de acordarnos de él cuando la voz de otro nos recuerda a la suya.

Desconocemos el poder comunicativo y persuasivo de nuestra voz. Y cuando digo “voz” no penséis en una voz redonda de locución o doblaje. Tener una buena voz no lo es todo. Lo que realmente transmite, lo que de verdad llega, es todo lo que esa voz guarda en su interior. Ella solo envuelve cómo eres. Es decir, si tú embelesas, logras que los demás pongan oído a las cosas que dices y llegas a sus corazoncitos, se debe en gran parte a la intención con la que hablas: al calor que desprendes hacia esas personas; a la proximidad que emites como ser humano; a la generosidad que muestras; al tiento, cuidado y respeto que tienes y dedicas al pronunciar cada una de las palabras que has escogido, pensando siempre en cómo van a ser percibidas por ellas.

Tu voz es tan mágica, que puedes decir la misma frase con objetivos distintos. En las artes dramáticas y en los guiones a esto se llama texto y subtexto. Y como ya sabéis que me gustan mucho los juegos os voy a proponer uno. Lo único que tenéis que hacer es decir esta frase en voz alta: “Eres un idiota”, con dos propósitos distintos ¡Vamos allá!

Caso 1: Esa persona ha hecho algo que acaba de romperte los esquemas, o peor aún -para hacerlo más emocionante-, acabas de perder un buen trabajo por su culpa.

Di la frase… ¿A qué suena? Eso es, seguramente a ira, rabia, odio, sensación de frustración… y posiblemente a mil cosas más (todo depende de cómo te sientas en ese momento).

Caso 2: Estás jugando con tu pareja en vuestra habitación. Estáis realmente enamorados, hay una complicidad irracional entre vosotros y no deja de hacerte bromas sobre el contenido del regalo que está a punto de darte y estás a un segundo de abrir. Por el suspense de su presentación esperas algo súper preciado, por ejemplo, una recopilación en una caja de pequeños objetos que os unen… Y de repente te dice que no te hagas ilusiones porque son solo unas entradas para que le acompañes al fútbol -cuando sabe perfectamente que no es algo que te apasione-. Entre ese juego de intriga que imagino entrelazado con pellizcos y revolcones en la cama, incluso besándole, le respondes.

Di ahora la frase…

¿Cómo ha cambiado la película, eh?  En el primer caso el mensaje final no tiene nada que ver con el segundo. El texto era el mismo, pero el subtexto, aquello que hay debajo de ese texto, que está relacionado con una situación concreta o un contexto, es otro. Y si tenemos que quedarnos con alguno de los dos el ganador es el subtexto que envuelve las palabras, porque ése es el mensaje real.

Cuando una persona enamora con su voz, entre otros aspectos, lo que enamora es ella. Lo bonito no es tu voz, lo bonito eres tú y todo lo que llevas dentro y lanzas en forma de ondas sonoras para que lleguen a los oídos de los demás.

Amigos, amigas… la belleza es muy amplia; viaja incluso a través del aire.

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