Tu cuerpo habla antes que tu palabra

Tu cuerpo habla antes que tu palabra

A simple vista eres legible y transparente

Recuerdo que hace unos años, en un programa humorístico de televisión, el presentador interactuaba con los espectadores del plató. Tras una serie de chistes, gags y carcajadas generales, se acercó a una mujer sentada entre el público con semblante muy serio, y le preguntó alegre, enérgica y airosamente: “Señora, ¿se lo está pasando usted bien?” y le cedió el micrófono. “Sí, sí” -respondió la mujer con agilidad y convicción-, a lo que el cómico replicó sin perder su sonrisa: “¡Pues dígaselo a su cara!”

 

En la publicación anterior enumeramos una serie de aspectos relacionados con nuestro poder expresivo y comunicativo, y valoramos que nosotros mismos -al completo- somos puros generadores y transmisores de información. Ojo, esto es algo que suena muuuuy bien. Sin embargo, muchas veces crees que estás emitiendo un mensaje… ¡y tu interlocutor recibe otro! O en ocasiones te preguntas qué has hecho para que alguien no te entienda o se muestre contrariada.Y es que una cosa es lo que dices y otra es lo que la otra persona ve: lo que cuentas con tus gestos, posiciones y movimientos corporales. Así que poco sentido tiene tu palabra si físicamente estás mostrando algo distinto. Si no existe esta unión puede dar la impresión de que no hay sinceridad total y causar desconfianza. Y esto nos ocurre en todo tipo de situaciones: familiares, sociales, laborales… y puede deberse a dos motivos:

  1. Tu gesticulación está equivocada: sin quererlo o sin saberlo, muestras algo que no es realmente lo que quieres expresar.
  2. Porque somos así, somos seres humanos y nuestro cuerpo refleja lo que de verdad estamos pensando.

Como animales que somos, nuestras reacciones físicas son instintivas, irracionales y espontáneas. Es decir, tu cuerpo responde antes que tu razonamiento, habla antes que tu palabra, y por tanto, aunque no hayas sido consciente de su alcance comunicativo, eres un ser totalmente legible y transparente antes de que abras la boca.

¡Oh, my Gooood! ¡Qué hago entonces para conseguir que mi comunicación sea efectiva, para lograr que lo que estoy diciendo se transmita a los demás con el propósito que yo busco, si mi cuerpo es un auténtico chivatoooo!

Relaja y apaga las alarmas, porque para contrarrestar al “soplón” de nuestro cuerpo contamos con un súper-héroe encubridor capaz de hacer que comuniquemos lo que queremos, y que palabra y cuerpo tengan concordancia. Y es…tu minucioso control corporal.

Sí. Para lograrlo requiere que te observes muy bien. Te propongo que te grabes en vídeo en situaciones cotidianas y estudies qué imagen proyectan tus movimientos; cuáles son tus reacciones en diferentes contextos o ante diversos comentarios -y si conviene mostrarlas o no-; si tus expresiones faciales reflejan lo que quieres comunicar; si tu ritmo es lento o acelerado; si aprecias tics nerviosos o prontos compulsivos…

Normalmente no nos detenemos a pensar cómo somos realmente o cómo nos ven los demás, y hasta que no hacemos este ejercicio no conocemos todo lo que transmitimos. Eso sí, debes afrontar esta práctica con optimismo, mucho humor y espíritu constructivo, buscando los puntos débiles para mejorarlos y los fuertes para conservarlos.

No obstante, esta tarea es harto complicada puesto que somos subjetivos y normalmente muy autoexigentes y perfeccionistas, y nos cuesta ser autocríticos. En este caso non ti preocuppare; hay especialistas en comunicación que te estudian  individual y detalladamente, te acompañan en esta tarea de auto-observación y te indican de forma objetiva cómo te expresas, cómo mejorar tu forma de comunicar y proyectar una excelente imagen ante los demás.

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