La importancia del contacto visual

La importancia del contacto visual

Tus ojos ven pero también escuchan

¿Te imaginas que a un pequeño, en pleno proceso educativo, cuando quisieras decirle: “Eso que has hecho no está bien”, lo hicieras cuando él está concentrado en sus Legos y tú viendo una película, él en la cocina y tú en el salón?

Para indicárselo -si de verdad quieres que te escuche-, no le hablas en un espacio distinto, ni sueltas tu mensaje mirando a la pantalla. No. Buscas su cercanía (seguramente te sientas junto a él, o le pides que se siente junto a ti), reclamas su contacto visual, y cuando te aseguras de que está activamente por ti y no por sus piececitas armables, le comunicas tu desacuerdo con su actitud.

 

Cuando hablamos ante cinco, quince o cincuenta personas, cometemos el error de descuidarnos de su proximidad y de sus miradas. Y estamos en la misma situación de antes: seguramente te encuentras ante ellas para decirles algo importante, algo que debe de quedarles muy claro y/o que te gustaría retuvieran en su memoria. Sin embargo disociamos un acto comunicativo de otro porque –parece que te estoy escuchando -, “¡no es lo mismoooo!”.

Y te voy a dar la razón: es mucho más difícil referirse a varios interlocutores que a uno solo. Sin embargo, para que tu mensaje llegue (es decir, transmita, cale hondo) a cada una de las personas que te está escuchando, te propongo que consideres que ese acto de comunicación ante ellas es lo más parecido a una conversación de tú a tú. Es decir, entre otros aspectos, y sea cual sea la dimensión de tu público, no te olvides de establecer cercanía, mirar a los ojos (en la medida de lo posible) y buscar que su mirada se dirija a los tuyos.

Aunque tú estés situado en un “lugar privilegiado” (una tarima, un escenario, o simplemente estés expuesto de pie ante una audiencia), olvida ese espacio que os separa, rompe con éste si lo necesitas, acércate a los receptores si es conveniente, siéntales o sitúales más cerca de ti si lo crees necesario (como harías con un pequeño) e, insisto, mírales a los ojos. Cuando alguien habla y no nos mira parece que “el asunto” no va con nosotros. Por eso posa tu mirada (aunque nunca de manera directa y prolongada, para no intimidar) en los órganos visuales de todos, para que noten que les estás hablando a ellos y no a otros; que tu mensaje va destinado a ellos y no a cualquiera. Y escucha con tu mirada las suyas porque cuando les miras, no solo estás provocando que estén más conectados contigo y con lo que dices, sino que al mismo tiempo estás recibiendo su feedback. Con esas respuestas visuales vas a saber si la información que compartes interesa; si llevas mucho tiempo hablando de lo mismo y necesitas dar la palabra a otros, cambiar de tema o hacer una pausa o descanso; qué es lo que más atrae… y así podrás reconducir tu charla adaptándote a ellas. La escucha activa no solo está en tu oído. Con tus ojos puedes recibir información de mucho valor.

En Japón sería un símbolo de descortesía mirar a los ojos mientras hablamos y nos tacharían de maleducados, pero en nuestra cultura, si en una conversación no intervienen estos órganos, puede entenderse como timidez, inseguridad, indecisión o incluso es posible piensen que estamos mintiendo si esquivamos la mirada.

Si quieres que tu imagen demuestre seguridad y sinceridad, o ser escuchado de verdad y comunicar en alto grado, no escondas tus ojos. Asómalos al mundo bien abiertos y recoge todo cuanto el ambiente te da. Son verdaderos conectores de la atención de tu público, auténticos lazos con la realidad, y como has visto, tus otros dos oídos.

 

No hay comentarios

Haz un comentario

×